Mientras la mayoría de los adolescentes se concentra en terminar la secundaria o aprobar su próximo examen, un joven francés ha decidido dar un paso más allá. A sus 17 años, Thibault de Percin ha diseñado un instrumento que podría convertirse en un habitual de los laboratorios de química del futuro: el moltímetro, un dispositivo pensado para medir directamente moles de una sustancia. Una idea sencilla, pero ingeniosa, que podría ahorrar tiempo y simplificar tareas en aulas, talleres y centros de investigación.
Un inventor precoz con vocación científica
Desde pequeño, Thibault ha mostrado una curiosidad incansable por cómo funcionan las cosas. Su madre recuerda que era habitual encontrarlo rodeado de cartones, engranajes y piezas recicladas, construyendo coches, aviones de papel y todo tipo de artefactos. Esa inclinación por el bricolaje creativo se transformó en pasión por la ciencia aplicada, gracias en parte a revistas como “Sciences et Vie Junior”, que despertaron su interés por el mundo de la innovación.
Fue justamente en una de esas lecturas donde se topó con el concurso “¡Innova!”, destinado a jóvenes inventores. Su propuesta —el moltímetro— fue seleccionada entre cientos de candidaturas, y el próximo 3 de marzo tendrá la oportunidad de presentarla en el Museo de las Artes y los Oficios de París, como uno de los 12 finalistas.
¿Qué es el moltímetro y por qué es tan útil?
El moltímetro se presenta como un instrumento de medición química que permite calcular de forma directa la cantidad de moles de una sustancia. En los laboratorios, esta conversión es habitual: se parte de los gramos y, con ayuda de la masa molar, se obtiene el número de moles. Aunque el cálculo no es complejo, requiere tiempo y atención —y se repite constantemente.
Thibault tuvo la idea en plena clase de química, cuando se preguntó si existía alguna herramienta que evitara hacer la fórmula una y otra vez. Ante la negativa de su profesor, decidió diseñarla él mismo. El resultado: un aparato que automatiza el cálculo y muestra el valor directamente en pantalla. Puede parecer un pequeño paso, pero en la práctica supone una mejora significativa en comodidad y precisión, especialmente en entornos educativos.
Pensando en el futuro de los laboratorios
El joven inventor no esconde su ilusión: le encantaría ver su creación algún día comercializada y presente en laboratorios de todo el mundo. Tal vez junto a los tubos de ensayo y mecheros Bunsen, el moltímetro podría convertirse en otro utensilio esencial para estudiantes, profesores y profesionales de la química.
Su funcionamiento parte de una lógica simple, pero su utilidad podría ser enorme. Evitar errores humanos, reducir tiempos y estandarizar un proceso básico son ventajas que muchos agradecerían. Aunque no estamos hablando de una revolución científica, sí es una solución práctica a un problema real que ha pasado desapercibido durante décadas.
Camino al concurso con una idea brillante
Mientras se prepara para defender su proyecto frente al jurado del concurso “¡Innova!”, Thibault se mantiene con los pies en la tierra. Aún le queda el bachillerato por delante, pero no hay duda de que tiene madera de inventor. Con ideas como el moltímetro, demuestra que la innovación no siempre viene de laboratorios sofisticados, sino también de miradas frescas y jóvenes que detectan lo que falta en lo cotidiano.
Tal vez este sea solo el primer paso en su carrera. Con el entusiasmo, el ingenio y la determinación que ya ha demostrado, todo indica que estamos ante un nombre que dará que hablar en el mundo de la ciencia. Porque, como bien dice el refrán, nunca es demasiado pronto para empezar a cambiar el mundo. Y Thibault ya ha comenzado.
