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IA : Más allá del miedo a un Terminator, esto es lo que preocupa a los expertos

Más allá del miedo a un Terminator

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Cuando se habla de inteligencia artificial (IA), es común imaginar escenarios de ciencia ficción con robots fuera de control o máquinas que superan a la humanidad. Sin embargo, los verdaderos desafíos que plantea la IA son mucho más concretos y urgentes. Expertos en tecnología y medioambiente advierten sobre los efectos invisibles de esta revolución digital, que van desde el alto consumo energético hasta la contaminación del aire.

El impacto ambiental de la inteligencia artificial

Uno de los aspectos menos discutidos de la IA es su gigantesco consumo de energía. De acuerdo con un informe del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), entrenar un solo modelo avanzado de IA puede generar tanto CO₂ como un avión en varios vuelos transatlánticos.

Y no solo se trata de emisiones de carbono: el crecimiento de los centros de datos que alimentan la IA está generando nuevas preocupaciones ambientales, incluyendo un incremento en la contaminación del aire en regiones con alta concentración de servidores.

Centros de datos: una amenaza invisible para la calidad del aire

Los data centers, infraestructuras masivas donde se procesan y almacenan datos, requieren enormes cantidades de electricidad. En muchos casos, esta energía proviene de fuentes basadas en combustibles fósiles, lo que resulta en la emisión de partículas contaminantes y óxidos de nitrógeno.

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Según una investigación de la Universidad de California en Riverside, estas emisiones podrían causar hasta 1.300 muertes prematuras anuales en Estados Unidos para 2030. Algunas zonas, como Virginia del Norte, donde se concentra un gran número de servidores, ya están experimentando un deterioro en la calidad del aire, afectando incluso a estados vecinos como Maryland, Pensilvania y Nueva York.

El costo sanitario de esta contaminación se estima actualmente entre 190 y 260 millones de dólares al año, pero si la infraestructura sigue creciendo al ritmo actual, esta cifra podría multiplicarse por diez en la próxima década.

La IA consume tanta energía como la industria del transporte

Otro dato alarmante es la enorme demanda energética de la inteligencia artificial. Para visualizarlo mejor, los expertos han comparado la electricidad necesaria para entrenar algunos modelos de IA con un viaje en coche entre Los Ángeles y Nueva York… repetido más de 10.000 veces.

Si no se implementan soluciones más sostenibles, para 2030 la IA podría superar la contaminación generada por la industria siderúrgica y rivalizar con las emisiones de todos los automóviles en California.

Las grandes tecnológicas bajo presión

Dado este impacto ambiental, cada vez más voces exigen que las empresas tecnológicas asuman su responsabilidad. Mientras sectores industriales tradicionales enfrentan regulaciones ambientales estrictas, la IA sigue operando en un vacío normativo que permite su crecimiento sin restricciones.

Algunas compañías han anunciado medidas para reducir su huella ecológica. Por ejemplo, Microsoft ha prometido ser «carbono negativo» para 2030, compensando todas sus emisiones pasadas y futuras. Sin embargo, muchos expertos señalan que estas promesas suelen ser difíciles de verificar y auditar.

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¿Hacia una regulación más estricta?

Los especialistas en medioambiente y tecnología insisten en la necesidad de normas más claras y estrictas para minimizar el impacto ambiental de la IA. Entre las soluciones propuestas se incluyen:

  • Impuestos a las emisiones de carbono generadas por los centros de datos, similar a lo que ya ocurre en industrias altamente contaminantes.
  • Uso obligatorio de energías renovables en la infraestructura de IA.
  • Transparencia en el consumo energético de los modelos de IA, con sanciones para las empresas que no cumplan con los límites establecidos.

Innovación sin un costo insostenible

La inteligencia artificial es una revolución tecnológica imparable, pero su desarrollo no debería comprometer el futuro ambiental del planeta ni la salud pública.

El reto ahora es encontrar un equilibrio: aprovechar el potencial de la IA para mejorar la vida cotidiana, pero con un modelo más sostenible. Si bien la tecnología siempre tiene un costo, es fundamental que este no se convierta en una carga insostenible para las generaciones futuras.

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